¿Intentar o rendirse?
En nuestro viaje por la vida, nos enfrentamos constantemente a encrucijadas que nos obligan a elegir entre intentarlo y correr el riesgo de fracasar, o rendirnos incluso antes de empezar. Este dilema es esencialmente humano y perenne, presente en las reflexiones estoicas antiguas, así como en las lecciones bíblicas sobre la perseverancia.
Filósofos estoicos como Séneca y Epicteto nos recuerdan que la única derrota verdadera es renunciar al crecimiento y al aprendizaje .
Pensemos en el ámbito profesional: ¿cuántas innovaciones no habrían visto la luz si sus creadores se hubieran rendido por miedo al fracaso? Pensemos en Thomas Edison, que hizo innumerables intentos fallidos antes de inventar la bombilla eléctrica. Él mismo afirmó que no fracasó, pero encontró varias formas que no funcionaron hasta lograr el éxito. En un mundo contemporáneo, el miedo a fracasar profesionalmente puede resultar paralizante, pero es importante recordar que cada paso, incluso aquellos que parecen retrocesos, conlleva valiosas lecciones que nos acercan a nuestras metas.
En la dimensión emocional y amorosa las relaciones suelen enfrentar dificultades que nos hacen cuestionarnos si vale la pena seguir intentándolo. Sin embargo, la perseverancia emocional, a la luz de un enfoque bíblico, nos invita a "amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos" (Mateo 22:39), reconociendo el valor de los demás y de nosotros mismos al caminar juntos, incluso ante las dificultades. Las relaciones más duraderas no son aquellas libres de conflictos, sino aquellas en las que los involucrados, con valentía y paciencia, eligen invertir sus esfuerzos de manera mutua e intencional, buscando la curación y el crecimiento conjunto en lugar de optar por darse por vencidos.
Dentro de la familia, afrontar y aceptar los desafíos con valentía y resiliencia es igualmente vital. Imaginemos a un joven que, en la escuela, enfrenta dificultades con sus lecciones. Hay una diferencia sustancial entre darse por vencido y seguir intentándolo. Al intentarlo, el joven descubre no sólo sus capacidades, sino también recursos, apoyo y amor que desconocía hasta que realmente los necesitó. Se anima a los padres, teniendo en mente las enseñanzas estoicas, a guiar a sus hijos con paciencia, inculcándoles la noción de que el fracaso es un aliado en el proceso de crecimiento, no un enemigo al que temer.
El apóstol Pablo, en su carta a los Romanos, nos recuerda: "la perseverancia produce carácter y el carácter, esperanza". (Romanos 5:4). Se necesita coraje para intentarlo, coraje que se convierte en esperanza, una fuerza impulsora que nos mantiene avanzando incluso frente a la adversidad. En la época contemporánea abundan las historias de resiliencia. Piense en los atletas que, después de frustraciones y lesiones, continúan regresando al entrenamiento y al campo, impulsados por el deseo de superar sus límites e inspirar a quienes los rodean.
Al final, al no intentarlo, renunciamos no sólo a posibles logros, sino también a la oportunidad de aprender y madurar. Nos rendimos al miedo y nos privamos de la realización que viene, no necesariamente del éxito inmediato, sino del compromiso de ser nuestra mejor versión, sin importar los desafíos.
Como concluye Ralph Waldo Emerson: "La vida es una serie de pruebas de las cuales sólo los finales fallidos tienen un contenido más nuevo y definido". Así, el fracaso, ese amigo incómodo, siempre está dispuesto a ofrecernos nuevas oportunidades para retomar el camino, reiniciar el proyecto y revivir nuestros sueños con la sabiduría de los tropiezos del pasado.
Por eso, en este panorama de la vida, debemos recordar que intentar es un acto de fe en nosotros mismos, en nuestras potencialidades y en un futuro mejor. Rendirse es perder la oportunidad de ser los estudiantes para los que fuimos creados, en una vida rica en significado y experiencia. Elegir intentarlo, pero no simplemente intentarlo, fracasando de vez en cuando, es vivir genuinamente. Por tanto, afrontemos el miedo a fracasar, y al hacerlo, descubramos que ya somos victoriosos simplemente por tener el coraje de intentarlo.
Por: Patrick Vieira