Entre Luz y Sombra, un Amor Prohibido
Hace 5 días
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En un reino donde la luz y la oscuridad coexistían, un ángel llamado Seraphiel vigilaba desde las alturas, con alas brillantes que destellaban como estrellas. Su misión era proteger a los mortales y guiar sus almas hacia la paz .
Sin embargo, su corazón anhelaba algo más que la rutina celestial.

Una noche, mientras descendía a la tierra para observar a los humanos, se encontró con un demonio llamado Azazel. Su figura era imponente, con cuernos que se retorcían como llamas y ojos que ardían con un fuego interno. A pesar de su naturaleza oscura, había una tristeza en su mirada que intrigó a Seraphiel.

Los dos se encontraron en un claro del bosque, donde la luz de la luna iluminaba el lugar. A medida que intercambiaban palabras, descubrieron que compartían un deseo profundo de ser comprendidos. Seraphiel veía en Azazel un alma perdida, y Azazel, en Seraphiel, la esperanza que había creído extinguida.

Con el tiempo, su amistad se transformó en un amor prohibido. Se encontraban en secreto, compartiendo risas y sueños, desafiando las leyes de sus respectivos mundos. Sin embargo, la felicidad no duró mucho. Las fuerzas del cielo y del infierno comenzaron a notar su conexión, y pronto, la presión de sus realidades se volvió insoportable.

Un día, mientras se abrazaban bajo un árbol antiguo, Seraphiel sintió un dolor punzante en su pecho. Era el eco de la advertencia de su reino: "Lo que te lastima, debes alejarlo". Azazel, al ver la angustia en el rostro de su amado, comprendió que su amor, aunque puro, estaba destinado a causar sufrimiento.

Con lágrimas en los ojos, Azazel tomó la mano de Seraphiel y le dijo: "Debemos separarnos. Nuestro amor es un fuego que consume, y aunque me duele, no puedo ser la causa de tu dolor". Seraphiel, con el corazón desgarrado, asintió. Sabía que su amor era hermoso, pero también destructivo.

Se despidieron con un beso lleno de promesas y recuerdos, y cada uno regresó a su mundo, llevando consigo la lección más valiosa: a veces, el amor verdadero significa dejar ir. Aunque sus caminos se separaron, ambos aprendieron a encontrar la paz en sus respectivas existencias, recordando que lo que duele debe ser alejado, incluso si eso significa renunciar a lo que más se ama.

Y así, en el silencio de la noche, el ángel y el demonio continuaron sus vidas, llevando en sus corazones la luz y la sombra de un amor que, aunque prohibido, siempre brillaría en sus recuerdos.
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