En un pequeño pueblo costero, había una joven llamada Luna que vivía en una pequeña casa blanca con vistas al mar. Cada tarde, sin falta, Luna subía a la azotea de su casa para contemplar el atardecer.

Un día, mientras disfrutaba del espectáculo de colores en el cielo, Luna vio a un joven sentado en la playa, mirando hacia el horizonte .Algo en su postura y su mirada llamó la atención de Luna, y se sintió atraída hacia él.

Durante varios días, Luna observó al joven desde la distancia, sin saber nada sobre él. Pero cada tarde, él regresaba a la playa para ver el atardecer, y Luna se sentía cada vez más conectada con él.

Finalmente, una tarde, Luna decidió bajar a la playa y acercarse al joven. Cuando llegó a su lado, él se volvió hacia ella y sonrió. Luna se sintió como si hubiera sido alcanzada por un rayo de sol.

"Me llamo Sol", dijo el joven, extendiendo su mano.

Luna se la estrechó, sintiendo una conexión instantánea. "Me llamo Luna", respondió.

A partir de ese momento, Sol y Luna pasaron cada atardecer juntos, contemplando el cielo y hablando sobre sus sueños y aspiraciones. Y con cada puesta de sol, su amor crecía, iluminando su camino hacia un futuro brillante.