Sin reproches, sin dolor, sin nada.
2 Ene, 2025
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¿Recuerdas cuándo te contaba cuanto temía andar sola en esos días en los que la niebla aparece de forma inesperada, es espesa; Y se siente todo frío y lejano?
Tu me dijiste que eso no pasaría nunca más.
Que estarías cerca.
Y que todo sería siempre. Eterno .
Como cuando las estrellas te hacen olvidar cualquier miedo a la oscuridad.
Yo te creí.
Y rememoré todas tus palabras. 
Decidí posponer lo inevitable. El dolor. La tragedia. La derrota.
Ángeles que deambulan descalzos y en silencio, solo dejan verse si caminas despacio, consciente y muy bajito. Sólo si de verdad se nota el frío. 
Y sin más elección crucé bajo aquella niebla espesa.
Te culpo por sobre protegerme.
Por actuar con ironía. Queriéndome de vez en cuando.  Queriédome de una forma tan dañina. Letal. 
Allá dónde no hubiese presión u opresión.
Allá dónde cualquier versión de mi misma fuera celebrada y bienvenida.
Suprimí el frío que se instaló en mis venas y arterias. Ramilletes de flores secas.
Sumergiste tu ira en mi interior. En mi cuello. Y en mi voz.
Me cubriste de oro y caricias. 
De odio. Lágrimas y preguntas sin respuestas.
Tus ojos fueron desesperanza. Acostumbrados sólo al frío.
Allá dónde la luz es un delirio.
Y la desilusión un nuevo comienzo.
Te conté todo aquello. Y tu no me soltabas. No me dejabas ir.
Así cuando ví el desierto en tu alma. 
Y la desolación como excusa.
Me solté yo. Caminé bajo cualquier niebla. Nunca estuve sola. Nunca necesité estar acompañada. 
Me dejé ir.
Y me brindé la oportunidad de ser yo. Desde mi. Para mi. 
Sin reproches.
Sin delirios. 
Sin ira.
Sin dolor.
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