El fin de año siempre llega con un aire de balance, como si la vida nos pidiera detenernos un momento para mirar atrás. Este año, como todos, tuvo sus desafíos .
Es fácil enfocarse en lo que salió mal, en las metas no alcanzadas o en los momentos que nos desgastaron. Sin embargo este es también el momento perfecto para mirar lo que sí logramos: los pequeños pasos que dimos, incluso cuando el miedo pesaba más que la esperanza; las veces que aunque dudamos de nosotros mismos, seguimos adelante.
La ansiedad aunque difícil, nos mostró lo humanos que somos. Nos enseñó a valorar la calma, a buscar herramientas para sostenernos y sobre todo, a ser más amables con nosotros mismos. Cada respiración profunda, cada pequeño avance, fue una victoria en medio del caos.
Mañana, mientras el año se despide, recordemos algo importante: no somos las dificultades que enfrentamos, sino la fuerza con la que las superamos. Agradezcamos los momentos buenos y seamos compasivos con los días grises. Porque todo lo vivido nos ha traído hasta aquí, listos para un nuevo comienzo con más sabiduría, más resiliencia y más amor propio.
El próximo año no necesita ser perfecto; basta con que sea nuestro.