Atos de confianza.
La confianza es la esencia delicada que sustenta el tejido de nuestras vidas. Es el hilo invisible que conecta familias, amigos, colegas, comunidades religiosas y especialmente amantes .
En el ámbito familiar, esta pérdida de confianza puede manifestarse cuando las expectativas no se cumplen o cuando se rompen promesas. Piensa en el adolescente que siente que sus padres no entienden sus luchas o el adulto que descubre que sus padres no eran los pilares infalibles de virtud que alguna vez imaginó. Sin embargo, las familias, al parecerse más a las ramas de un árbol cuyo tronco compartido firmemente permanece, pueden encontrar formas de recuperación y reenlace.
En el ámbito profesional, la confianza quebrada puede surgir del engaño o de la falta de integridad. Este es el caso cuando jefes carecen de transparencia o cuando colegas fallan en brindar apoyo suficiente. La vida corporativa puede parecer así un vasto océano donde ganar confianza es similar a mantener un bote a flote en aguas constantemente turbulentas.
Las amistades sufren cuando las confidencias se traicionan o cuando los intereses individuales superan el valor de lo colectivo. «Un amigo es una persona con la que se puede pensar en voz alta», dijo Ralph Waldo Emerson, planteando idealmente como sería este vínculo humano cuando se funda en la confianza inquebrantable.
En el ámbito religioso, los cuestionamientos de fe y doctrina pueden causar grietas significativas en nuestra confianza en las autoridades espirituales. Estos desafíos, como los asideros de una montaña que se desmoronan durante la subida, requieren de una reflexión personal más profunda y constante.
Pero es en la esfera amorosa donde la pérdida de confianza reverbera con el eco más dolorido. El amor es, en muchas maneras, la máxima manifestación de fe en otro ser humano. La metáfora oriental del "hilo rojo invisible" que conecta a aquellos destinados a encontrarse simboliza esta confianza inherente. Sin embargo, cuando esta confianza es traicionada, el dolor que se deriva de ella puede ser comparable a la sensación de severa desolación.
Tomemos, por ejemplo, el romance de Tristán e Isolda, una oda a la pasión y la tragedia. El idealismo romántico nutre la creencia de que el amor todo lo puede, en una confianza ciega hacia el otro. Sin embargo, la sombra de los celos y las obligaciones complican esta narrativa, llevándolos al abismo de la fatal desconfianza.
Las filosofías orientales nos instan a aceptar el flujo de los altibajos emocionales, a empatizar y ser pacientes. Según el Tao, lo suave es más fuerte que lo rígido, sugiriendo que el poder de ceder, perdonar y fluir es esencial para restaurar la confianza. Practicar "amor benevolente" (metta) conforme al Budismo puede enseñarnos a crear espacios para la sanación y el crecimiento mutuo tras la traición.
Volvamos a la lección de lo oriental, recordando que una taza rota aún puede contener agua, una rebanada de algo más grande y pura al cuestionamiento. De la misma manera, la confianza fracturada puede ser reconstruida si ambas partes se comprometen genuinamente y exhiben comprensión, humildad y paciencia.
Finalmente, recordar que la confianza genuina no deriva del control o la supervisión, sino de la apertura completa—puede parecer paradójico, pero sólo cuando se permite a lo inseguro que deslumbre a través del amor, la confianza tendrá verdaderamente oportunidad de resurgir.
La confianza, una vez perdida, no es fácil de recuperar. Esa frágil danza de interdependencia requiere de voluntad, de coraje honesto para abordar las fallas, y del deseo firme de continuar compartiendo vidas entrelazadas. Esta búsqueda eterna y laboriosa, aunque dolorosa, posee la promesa de iluminar nuestro entendimiento de lo que significa verdaderamente amar y ser amado.
Por: Patrick Vieira
