A veces, al empezar un nuevo año, nos llenamos de entusiasmo y escribimos una lista enorme de propósitos que, aunque bien intencionados, terminan quedando en el olvido. Me ha pasado, y sé lo frustrante que puede ser .

Primero, hay que ser específicos. Por ejemplo, en lugar de decir "quiero ahorrar dinero", mejor plantea algo como: "Voy a ahorrar 200 mil pesos cada mes". Mientras más claro sea el objetivo, más fácil será enfocarte en alcanzarlo.

Además, las metas tienen que ser medibles. Esto significa que puedas ver tu progreso. Si quieres mejorar tu salud, en vez de decir "quiero estar más saludable", puedes establecer algo concreto como: "Voy a caminar 30 minutos, cinco veces a la semana".

Algo que también me ha ayudado mucho es asegurarme de que mis metas sean alcanzables. A veces queremos cambiar tantas cosas al mismo tiempo que terminamos abrumados. Es mejor empezar con pequeños pasos. Por ejemplo, si nunca has hecho ejercicio, no te pongas como meta correr un maratón en dos meses. Comienza con algo más sencillo y ve aumentando el nivel poco a poco.

Las metas también deben ser relevantes. Pregúntate si lo que estás buscando realmente te importa y te hará feliz. No establezcas objetivos solo porque están de moda o porque alguien más lo espera de ti. Esto es algo personal, algo que debe resonar contigo.

Por último, es fundamental que les pongas un tiempo límite. Un objetivo sin fecha es solo un sueño. Si decides que quieres aprender un nuevo idioma, ponte un plazo, como: "Voy a estudiar inglés tres veces por semana durante seis meses".

No se trata de ser perfecto, sino de comprometerte contigo mismo. Este año, en lugar de cargarme con mil cosas, quiero enfocarme en lo que realmente importa, y quiero que tú también lo intentes. Es más fácil de lo que parece si damos un paso a la vez.