Crecer es lo más duro que una persona puede hacer, y aunque de pequeños anhelamos ser adultos para formar nuestras vidas y hacer lo que queramos, caemos en una gran mentira que nos decimos solo para sentiros mejor.
Sin embargo, la realidad siempre es más dura, y afrontarla, es peor, ya que al final las responsabilidades se vuelven mucho más grandes, las personas están más pendientes de ti, lo que haces y no haces, las preocupaciones son más constantes en tu mente, los problemas llegan más rápido de lo que se van, todo es un obstáculo y las decisiones que tomas son fundamentales, de las cuales llegan a definir o influir muchas cosas en el futuro.
Entonces el camino se vuelve turbulento, muchas personas se desvían o se pierden en él, pero la mayoría trata de salir adelante de la mejor manera, y aunque crecer sea parte de la vida, llegas a un momento en que tienes una guerra interior, sientes esa presión de la sociedad por seguir el protocolo que toda persona hace al llegar al final de una etapa, por lo que los pensamientos son borrosos, inválidos, incluso locos, se transforman, y la inocencia se pierde, tienes tantas dudas, miedos y preguntas , porque simplemente no sabes qué carajos vas a hacer.
Así que sientes la nostalgia por esa infancia que dejaste atrás y que jamás volverá, sólo quedan los bellos o malos recuerdos que guardas para algún día contar con alegría, entonces la verdad es que crecer es el luto de lo que una vez fuimos, porque la vida a partir de este momento será más complicada y nuestra personalidad toma un nuevo color y piel, cambiamos física y psicológicamente, dejamos cosas atrás para luego cruzar esa línea que nadie te advierte.
Como si caminaras entre sombras y lo único que se puede hacer es aprender de todo para que crecer no sea imposible, por lo que, si eres primíparo, bienvenido al desafío que todos enfrentan.