Llegó el final. No me voy a mentir más .Ya pasé los ochenta años... Puedo sentirlo. Y los demás también. Me visitan a diario personas que no veia hace tiempo, o sólo veía en fín de año y cumpleaños. Vienen a darme el último adiós, para no sentirse culpables cuándo pase, supongo. Una enfermera viene a revisarme a cada hora.

Bueno, "Revisarme", viene a ver si todavía respiro. Todo el tiempo tengo a un familiar sentado en el sillón que tengo a mi izquierda, no me dejan solo nunca.
En mi brazo derecho, un suero me da de comer, en mi nariz un respirador me mantiene oxigenado.
Y si, tantos años, tantas cosas vividas... Y yo que de joven me sentía inmortal... Y acá estoy, esperando que llegue el momento para partir.

De un momento a otro, me invade una sensación extraña qué hace alarmar. Mi hija desde el sillón me pregunta si estoy bien, pero no tengo fuerzas para contestarle.
Delante de mi, una sombra negra. Dentro de esa sombra comienzan a proyectarse imágenes. Mi infancia, mi adolescencia, mi adultez, los abrazos y besos con mi mujer, el nacimiento de mis hijos, mis nietos jugando conmigo, los momentos mas hermosos que esta vida me regalo. La proyeccion de imágenes se corta abruptamente. Me rodean médicos y enfermeras. Pobres, no saben que ya no pueden hacer nada, que ya empecé a emprender este viaje.

Miro a mi hija, le sonrío, cierro los ojos y me dejo llevar...

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