Estas fechas llegan cargadas de luces, adornos, y tradiciones que nos invitan a compartir con los demás. Pero, ¿qué hay de compartir con nosotros mismos? ¿Qué hay de mirar hacia dentro y preguntarnos qué estamos sosteniendo que ya no necesitamos?
Este tiempo, que debería ser un puente hacia nuestra verdad, a menudo se convierte en un escenario lleno de apariencias .
Caras sonrientes en fotos, mesas repletas de comida, regalos que intentan llenar vacíos. Pero, ¿dónde queda lo auténtico?
Tal vez tú también lo hayas notado. Esa incomodidad en el pecho, esa sensación de que algo no encaja del todo. Tal vez has empezado a ver las sombras detrás de la hipocresía, los conflictos no resueltos que se esconden detrás de una sonrisa para el "qué dirán".
Es difícil de enfrentar, lo sé. El miedo y el juicio pesan, y muchas veces preferimos el confort del autoengaño antes que la verdad desnuda. Pero, ¿te has detenido a pensar qué pasaría si eligieras otra cosa?
Estas fechas no necesitan ser una distracción. Podrían ser el espacio sagrado donde te reconcilies contigo mismo y con los demás.
Un momento para soltar esas cargas que llevas, para hablar desde el corazón, para ofrecerte a ti mismo y a los demás el regalo más grande: tu verdad, tu yo más auténtico.