Es más que probable que conozcas a algún niño o adulto que muestre impaciencia, egoísmo e inseguridad en sus relaciones familiares y/o sociales, o que tú mismo tiendas a “engancharte” rápidamente en tus relaciones sentimentales. Puede que se trate de apego ansioso.

Este tipo de apego es uno de los cuatro que aparecen en la pionera teoría desarrollada por John Bowlby y ampliada por Mary Ainsworth que a día de hoy sigue despertando interés entre los psicólogos que la usan para valorar y predecir dificultades en el desarrollo infantil, problemas en las relaciones sociales de adultos, además de diversos trastornos mentales.

El apego ansioso en niños

Si el apego evitativo en niños aflora, generalmente, como una actitud de impostada indiferencia que actúa como mecanismo de defensa ante la ausencia y/o falta de conexión emocional del cuidador o figura principal de apego (habitualmente los padres), el apego ansioso responde con anhelo emocional permanente, siendo definido por Bowlby como la incertidumbre con respecto a la disponibilidad de las figuras de apego.

Por qué surge esta clase de apego en niños? No existe un único comportamiento de las figuras de apego que (automáticamente) genere apego ansioso en el niño.

Bowlby señalaba, en este sentido, que puede surgir por recibir un patrón de cuidado inconsistente por parte de su figura de apego lo que repercute en la inseguridad con respecto a la disponibilidad del cuidador .Pero también se ha sugerido que la sobreprotección paterna y/o materna pueden derivar en una gran dependencia emocional generando dicho apego ansioso. Es decir, dos formas diferentes de comportamiento paterno con la misma consecuencia.

Este estudio de dos psicólogos de la Universidad de Western Ontario en Canadá señala que los niños con apego ansioso ambivalente “exhiben conductas de acercamiento-evitación hacia sus cuidadores cuando están angustiados, mezclando intentos de consuelo y apoyo con retraimiento y fuertes expresiones de enfado”.

En este sentido, Bowlby destacó tres consecuencias que resultan de la inseguridad de los bebés sobre si la figura de apego responderá en momentos de necesidad:

Una preocupación constante acerca de la disponibilidad del cuidador lo que supone una hipervigilancia acerca de su comportamiento y la presencia de la figura de apego.
Un aumento de las conductas relacionadas con el apego que le sirven para mantener la atención y la presencia física del cuidador.
Y una atención constante hacia el cuidador manteniendo esa proximidad física lo que disminuye la conducta exploratoria hacia el entorno de forma que suelen preferir actividades que prioricen un alto nivel de interacción con su cuidador.