La Navidad siempre ha sido una época de luces y sombras. Las calles se llenan de destellos y risas, pero también de recuerdos y ausencias .
Este año, la Navidad me encuentra en un rincón de la ciudad, observando como la gente se apresura con bolsas llenas de regalos y corazones vacíos.
En medio del bullicio, veo una niña con una bufanda roja, sus ojos brillan más que cualquier adorno navideño. Ella no lleva regalos, solo una sonrisa que parece iluminar todo a su alrededor.
Me acerco y le pregunto por qué está tan feliz.
“Porque la Navidad no está en los regalos, está en el corazón”, me dice con sabiduría que desarma.
Esa noche, al llegar a casa, enciendo una vela y pienso en sus palabras. La Navidad no es solo una fecha en el calendario, es un estado del alma. Es el momento de recordar que, a pesar de las pérdidas y las distancias, siempre hay una luz que nos guía. Esa luz está en cada gesto de amor, en cada abrazo sincero, en cada sonrisa compartida.
Así que, este año, mi regalo será diferente. No será algo que se pueda envolver en papel brillante o con dibujos, sino algo que se sienta en el corazón.
Porque la verdadera magia de la Navidad no está en lo que damos, si no en cómo lo damos. Y en ese dar, encontramos el verdadero sentido de estas fiestas.