Creo firmemente que todo pasa por algo, que todos vinimos por un propósito y que hasta que no lo cumplamos simplemente no nos vamos. En mi vida (muy corta de hecho), he vivido tres perdidas, con un dolor inexplicable, pero no es el caso ahora .Mi primera persona especial fue una chica, la amaba, ella me enseñó mucho tanto viva, como después de muerta. Me enseñó la desconfianza, el dolor, amor y sobre todo a ser fuerte. Mi segunda persona especial fue mi abuela paterna, quizás no fui muy apegada a ella pero eso no quita el hecho de que la amaba, ella sufrió, la enfermedad la mató. Su enseñanza fue ver más allá de lo evidente, a estudiar a las personas. Mi tercera y última persona especial fue alguien con la cual no campartimos el mismo ADN, ni apellidos; pero aún así era parte de mi familia, era mi tercer abuela. Su enseñanza fue las ganas de vivir.

Sé que se preguntarán ¿Qué clase de locura es esta?, ¿Qué acaso no comprende que la muerte o el abandono no es más que dolor y vacío?... Pues sí, es dolor, es sentirte muerto en vida pero ahora quiero que me respondan algo. ¿Qué caso tiene odiarte por no haber podido despedirte, por no salir con esa persona, por pelearte minutos antes con esa persona, por esperar toda una vida una explicación la cual nunca llegará, y que tu resultado de espera fue hundirte más?. Aún así es algo sumamente fuerte, todos merecemos una explicación, un perdón o un simple adiós y los entiendo, porque me odié por esas razones, pero no todo es perfecto y de algo tenemos que aprender. Para darles algo mas concreto, pienso que la primera chica logró cambiar algo, tal vez no conmigo, no para mí, pero sí para alguien. Ella con su muerte me abrió los ojos, me demostró que en esta vida llevaremos muchos golpes, simplemente ella me enseñó a ser fuerte y por mas cruel que suene, se lo agradezco con todo mi ser.

Mi abuela, Dios es horrible ver a alguien que amas que lo consuma la enfermedad, que no pueda ni hablarte. Pero no lo necesité, porque cuando vi directamente a sus ojos, expresó todo lo que quería decirme, ella aún tenía ese brillo tan característico de ella, lo que vi fue lo siguiente: “Perdón, por lo bueno, por lo malo, pero ahora más que nada quiero que sepas el amor incondicional que te tengo”; me demostró que no importa las decisiones que tome, ella me iba a apoyar y que iba a triunfar en la vida. Mi tercera abuela, a ella se la llevó una enfermedad también, de ella no me pude despedir y tiempo después recordé el último día que la vi, ese día me dio el mejor abrazo y nunca me he vuelto a sentir tan protegida como ese día, su mejor sonrisa, pero no era una común; era una de felicidad plena. Con sólo verla te daba paz, era como ver a un niño con su inocencia y ternura. A través de eso vi que ella gozó su vida, no importa cuán dañada estaba o estuvo, simplemente ella vivió como no he visto a nadie hacerlo, era de admirar. Ese día supe que fue la mejor despedida que me pudo dar. Así que esa persona que enterraste es solo un cuerpo; frío y sin vida, no es esa persona que te amó, te enseñó y te brindó los mejores momentos de tu vida. Es aquella brisa fría y fresca, la que te eriza la piel, ese día soleado que te dan ganas de salir y disfrutar o esas miradas o personas que ves en la calle que te hacen recordarlos y te brinden esa oleada de sentimientos mezclados. Eso te da a entender que la vida es hermosa, aunque la muerte o el abandono nos destrocen.
Anny. S