Idealizar a alguien es como crear un pedestal imaginario y colocar a esa persona en lo alto. Sin embargo, al hacerlo, no vemos quién realmente es, sino quién queremos que sea .Esto no solo es injusto para la otra persona, sino también para nosotros mismos.
Las personas son humanas, con defectos, contradicciones y luchas internas, igual que tú. Al idealizarlas, ignoramos esas partes y nos exponemos a decepciones inevitables cuando sus imperfecciones salen a la luz.
Es importante recordar que nadie está diseñado para cumplir con nuestras expectativas irreales. Aprender a ver a los demás tal como son —con sus virtudes y defectos— nos permite conectar desde un lugar más auténtico y real. Además, al dejar de idealizar, también nos liberamos de la presión de ser perfectos para los demás.
Acepta que las personas no tienen que ser héroes ni villanos; solo necesitan ser humanas. Y eso, en sí mismo, ya es suficiente.