Escuchar de verdad es un arte que, muchas veces, damos por sentado. Durante mucho tiempo, pensé que escuchar era solo quedarme en silencio mientras alguien hablaba .
Aprender a escuchar es un acto de generosidad. Es dejar a un lado el ego y centrarse en el otro, en lo que siente, en lo que necesita expresar. Me he dado cuenta de que cuando escuchamos activamente, no solo entendemos mejor a los demás, sino que también creamos conexiones más profundas y auténticas. Es como decir: "Te veo, te escucho, importas".
Recuerdo un momento en particular que me marcó. Un amigo estaba pasando por una situación complicada y, mientras me hablaba, yo intentaba darle soluciones rápidas. Pensaba que estaba ayudando, pero en realidad lo que él necesitaba era simplemente ser escuchado. Me detuve, dejé de intentar "arreglar" las cosas y solo lo escuché. Al final, me dio las gracias, no por las soluciones que ofrecí, sino por haber estado ahí para él.
Escuchar también nos enseña mucho sobre nosotros mismos. Nos obliga a ser pacientes, a dejar de lado los prejuicios y a comprender que no siempre tenemos la razón. Cada conversación se convierte en una oportunidad para aprender algo nuevo, ya sea sobre la otra persona o sobre nosotros mismos.
Creo que escuchar es una habilidad que necesitamos practicar constantemente. No se trata solo de oír las palabras, sino de captar las emociones, el tono, el silencio. Es prestar atención con todo el corazón.
Así que, si alguna vez te sientes tentado a interrumpir o a hablar más de lo que escuchas, respira, detente y simplemente escucha. Porque cuando realmente lo haces, no solo entiendes mejor a los demás, también descubres el poder transformador de estar presente para alguien más.