Todo empezó en una noche aparentemente normal. Valeria estaba emocionada por su cena romántica con su novio, Alejandro .Habían estado juntos por casi dos años y, aunque últimamente él se veía algo distraído, ella estaba convencida de que el amor entre ellos seguía intacto. Se puso su vestido rojo favorito, lista para una velada perfecta.
Alejandro, por su parte, estaba… nervioso. No porque planeaba una propuesta o algo romántico, sino porque sabía que esa noche podía cambiarlo todo. Llevaba semanas sintiéndose atrapado en una red de emociones contradictorias. Su corazón estaba dividido entre Valeria, su novia fiel, y Emiliano, su “mejor amigo” desde la preparatoria… quien ya no era solo su amigo.
En el restaurante, Valeria notó que Alejandro revisaba su teléfono más de lo normal. Los mensajes le llegaban uno tras otro, y él intentaba disimular, sonriendo incómodo.
—¿Es Emiliano otra vez? —preguntó Valeria, un poco molesta.
—¿Qué? Eh… sí, solo está preguntando algo de trabajo —respondió él, evitando su mirada.
Lo que Alejandro no sabía era que Valeria había comenzado a sospechar algo desde hacía semanas. Las “salidas con Emiliano” eran más frecuentes, las llamadas a altas horas de la noche se habían vuelto rutina, y una vez, mientras Alejandro estaba en la ducha, Valeria había visto un mensaje que decía: “No puedo esperar a verte otra vez. Anoche fue perfecto.”
Esa noche, Valeria no solo quería disfrutar de una cena romántica. Ella tenía un plan. Había invitado a alguien más a ese restaurante: Emiliano.
Justo cuando el postre llegó a la mesa, Emiliano apareció. Alejandro palideció al verlo caminar hacia ellos.
—¡Qué coincidencia verte aquí, Emiliano! —dijo Valeria, con una sonrisa de esas que parecen más un cuchillo afilado.
Alejandro tragó saliva. Emiliano, incómodo, intentó actuar como si todo fuera normal.
—Valeria, hola. Alejandro, no sabía que estarías aquí.
—¿De verdad? Porque parece que últimamente ustedes dos pasan mucho tiempo juntos… —replicó Valeria. Su tono era suave, pero había una amenaza detrás de cada palabra.
La tensión en la mesa era insoportable. Finalmente, Alejandro lo soltó todo.
—Está bien, ¡basta! No quiero seguir mintiendo. Valeria, Emiliano y yo… tenemos algo.
El rostro de Valeria pasó de la ira al shock y luego a una fría calma.
—¿“Algo”? ¿Así le llamas?
Alejandro se hundió en la silla, mientras Emiliano miraba alrededor como si quisiera desaparecer. Pero lo que nadie esperaba era lo que Valeria hizo después.
Se levantó, tomó su copa de vino y, con una sonrisa más brillante que nunca, brindó:
—Por ustedes. Espero que sean felices.
Y luego… se fue. Sin gritos, sin lágrimas, solo una salida elegante y llena de poder. Pero aquí no termina la historia.
Meses después, Emiliano y Alejandro intentaron hacer que su relación funcionara. Sin embargo, cada vez que estaban juntos, el fantasma de Valeria estaba presente. Ella, mientras tanto, había conocido a alguien más: Javier, un chico guapo y carismático que, casualmente, era amigo de Emiliano.
Cuando Alejandro se enteró, quiso recuperar a Valeria, pero ella ya había aprendido la lección. Ahora estaba con alguien que la valoraba y no tenía secretos.
Y Alejandro… bueno, digamos que su relación con Emiliano tampoco duró. Resulta que Emiliano tenía otro amante escondido.
Moral de la historia: El karma siempre encuentra el camino, y a veces, los triángulos terminan siendo círculos… de drama interminable.