Victoriosa dama, reluciente estrella, maestra certera que abriga mi alma. El ocaso es siempre compañero atento, distante expectante de sus nubes negras.
En su tiempo joven, indefensa flor, construyó a retasos sus espinas fuertes .
Creció con la gracia hecha en primavera, dio sus frutos sola y enfrentó rencores; pero desde cero armó su camino, con caídas y saltos, transformó su lucha, renació de fuego, con fe desmedida. Caminó descalza, sonrió por dentro, y cuando pensó superar la prueba, la vida tenía guardada su flecha. Alejó su esfera, fuente de poderes, la obligó de nuevo a ajustar las fichas, crear la estrategia, reinventar su dicha.
Hoy la observo lejos con mis ojos tristes, vuelo con las alas que a mi cuerpo ató y si la nostalgia invade el espacio, agradezco al cielo que no pudo darme, una mejor madre.