A veces, la vida se siente como una carrera que no elegí correr. Hay ruido por todas partes: expectativas que cumplir, metas que alcanzar, conversaciones que no dicen nada, pero llenan el aire .Y, sin embargo, en medio de todo ese ruido, lo que más he aprendido a valorar es el silencio.

No el silencio que incomoda, el que aparece en los ascensores o en las pausas torpes de una conversación. Hablo del silencio que te conecta contigo mismo, el que aparece cuando decides apagar el ruido del mundo y escuchar lo que tienes dentro. Ese silencio es raro y, para muchos, aterrador. Pero también es transformador.

Recuerdo la primera vez que intenté sentarme en silencio. Sin distracciones, sin música, sin compañía. Solo yo. Fue como mirar a un extraño que llevaba años viviendo dentro de mí, alguien que no había tenido tiempo de conocer porque siempre estaba ocupado siendo “alguien” para los demás. Al principio, ese encuentro fue incómodo. Surgieron preguntas que nunca me había hecho: ¿Quién soy sin mis títulos, sin mis logros, sin las etiquetas que otros me han dado?

Lo que descubrí fue sorprendente. En el silencio, no encontré respuestas claras, pero encontré honestidad. Encontré emociones reprimidas, sueños olvidados y verdades que había ignorado por miedo. Me di cuenta de que muchas de las cosas que hacía no eran porque las quería, sino porque sentía que debía hacerlas. El silencio me mostró que llevaba años corriendo tras cosas que no eran realmente mías.

Desde entonces, he intentado crear espacios de silencio en mi vida. No es fácil. El mundo está diseñado para distraernos, para mantenernos ocupados. Pero esos momentos de pausa son como espejos: me reflejan quién soy y me permiten alinear mi vida con lo que de verdad importa.

En esos espacios he aprendido que no necesito ser todo para todos. Que está bien no saber hacia dónde voy, siempre y cuando me mueva desde un lugar auténtico. Que la soledad no es un castigo, sino un regalo cuando la abrazamos con intención.

El silencio no resuelve todos mis problemas, pero me da perspectiva. Me recuerda que debajo de todas las capas que he construido para sobrevivir, hay una esencia que no necesita adornos ni aprobaciones. Una esencia que simplemente es.

Si alguna vez sientes que te pierdes en el ruido de la vida, te invito a buscar el silencio. No es fácil enfrentarte a ti mismo, pero te prometo que ahí, en esa quietud, está todo lo que realmente necesitas.