Cuando perdí no sabía qué estaba pasando, mi mente se volvió en mi contra y no hallaba cómo controlarla o cómo hacer las pases, despertaba y el mundo me daba vueltas. Pensaba una y otra vez, lloraba con un miedo intenso de no volver a estar tranquila, de nunca poder vivir por pensar lo mismo todo el tiempo .Imaginaba mi vida encadenada a un pensamiento, y no era ese tipo de recuerdo que te deja un amor o una persona y no sale nunca de tu cabeza, sino pensamientos de esos que atormentan, que te roban la vida, incontrolable y cada vez más grande. Tomaba pastillas para el dolor de cabeza, pero no era más que un síntoma del alma que no se curaba con una pastilla. Mi alma gritaba y chirriaba, el dolor en mi interior me desgarraba, dejando un grito ahogado que venía desde el alma, duré casí un año así y me dolía despertar, no podía dormir. Un situacion de trauma que sé perfectamente lo que es saber lo poco que tiene sentido, pero lo mucho que afecta cuando tu mente decide traicionarte. Nunca olvidaré ese dolor, recuerdo cada lagrima, cada grito, y nada parecía arreglarse, cada día era igual y no podía soltarme, estaba en un abismo, Buscaba y buscaba ayuda pero nada parecía sanar, un día la encontré, eso que tanto deseaba recuperar, esa paz que había perdido y ese dolor fue disminuyendo, ya no tengo miedo y deseo que mis alas sean lo suficientemente fuertes, porque Dios esta conmigo y yo con él.