Siempre he sentido una conexión especial con las estrellas. Desde que era pequeña, me pasaba horas mirando el cielo nocturno, preguntándome qué había más allá de esos puntos brillantes .Mis amigos siempre se reían de mí cuando les decía que me sentía como si las estrellas me estuvieran mirando, pero yo sabía que no era solo mi imaginación.

Una noche de verano, cuando tenía 15 años, algo extraño ocurrió. Estaba sentada en el jardín de mi casa, como solía hacer casi todas las noches, cuando vi una estrella fugaz. Pero no era una estrella cualquiera; esta parecía más brillante, más cerca. Como si me estuviera invitando a seguirla. Sin pensarlo, me levanté y comencé a caminar en dirección al campo que quedaba cerca de mi casa. Sentía que algo importante estaba a punto de suceder.

Al llegar al campo, me encontré con una especie de luz plateada que brillaba en el suelo. Me acercé y, de repente, escuché una voz. Era suave, pero clara: *“No todas las estrellas están lejos, algunas están más cerca de lo que imaginas.”*

Miré a mi alrededor, pero no había nadie. ¿Era mi mente jugando trucos? No lo sabía. Pero en ese momento, una estrella fugaz cruzó el cielo, mucho más brillante que las demás, y sentí que algo se activaba dentro de mí. Una sensación de paz, pero también de curiosidad.

Esa noche, mientras volvía a casa, no dejaba de pensar en lo que había sucedido. ¿Qué significaba todo eso? ¿Era una señal? Mi vida comenzó a cambiar a partir de esa noche. Empecé a observar las estrellas de una forma diferente, como si me estuvieran guiando hacia algo más grande, algo que aún no entendía, pero que estaba dispuesta a descubrir.
Lo único que sabía era que las estrellas, de alguna forma, tenían un secreto. Y yo estaba decidida a descubrirlo.