A veces, la vida nos pone en lugares inesperados. No siempre entendemos el por qué o el para qué, pero con el tiempo aprendemos que todo tiene un propósito.
Me pasó hace poco, en un momento de esos que parecen insignificantes .
Estaba viendo el atardecer, algo tan cotidiano, pero esa tarde era diferente. Había algo en la luz, en los colores, en la forma en que el cielo parecía hablar sin palabras. Me hizo pensar en cómo todo a nuestro alrededor cambia constantemente, aunque no lo notemos.
Lo curioso es que esos cambios, que parecen tan pequeños, terminan siendo los que nos transforman. Como las olas que moldean una roca, así también nuestras experiencias nos van puliendo, sin que siquiera lo percibamos.
Y ahí estaba yo, mirando el horizonte, sintiéndome parte de algo mucho más grande. A veces olvidamos que estamos conectados con todo lo que nos rodea, que cada paso que damos es parte de un plan más amplio. Y aunque no siempre entendamos hacia dónde vamos, lo importante es avanzar con confianza.
Porque al final, lo que parece incierto hoy, será claro mañana.