La tormenta silenciosa llamada ANSIEDAD
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Vivir con ansiedad es como tener un invitado inesperado en tu mente, uno que nunca se marcha. Al principio intentas ignorarlo, minimizarlo .

“Son solo nervios”, te dices. Pero la ansiedad no es algo que puedas simplemente dejar de sentir. Es un eco constante, un susurro que se convierte en gritoS cuando menos lo esperas.


Es despertarte con el corazón acelerado sin entender por qué. Es mirar un mensaje de texto y releerlo veinte veces preguntándote si lo que dijiste fue “correcto”. Es planear cada conversación mentalmente antes de hablar y aun así, sentirte inseguro después. La ansiedad te hace cuestionar todo incluso lo que debería ser sencillo.


A veces, es físico. Es ese peso en el pecho, como si cargaras una mochila invisible llena de piedras. Es el sudor frío en las manos, el nudo en la garganta, los latidos del corazón que parecen un tambor fuera de ritmo. Otras veces, es un ruido de fondo, una inquietud constante que no puedes identificar pero que está ahí, como un zumbido molesto que no puedes apagar.


Lo más difícil de la ansiedad es que no siempre tiene sentido. Puedes estar en un lugar seguro rodeado de personas que amas y aun así sentirte atrapado, como si estuvieras a punto de caer en un abismo. Intentas explicarlo pero las palabras nunca parecen suficientes. “Relájate”, te dicen. Si tan solo fuera tan fácil.


La ansiedad también te aísla. Te hace cancelar planes, evitar llamadas, quedarte en casa porque la idea de salir parece insuperable. Pero al mismo tiempo te sientes culpable por no estar “viviendo”. Es una paradoja constante: querer hacer todo pero sentir que no puedes hacer nada.


Sin embargo, hay algo que aprendí con el tiempo: la ansiedad no es un monstruo invencible. No desaparece de un día para otro, pero puedes aprender a vivir con ella, a entenderla. Para mí, ha sido un proceso de autoconocimiento, de darme permiso para no ser perfecto, de buscar ayuda sin vergüenza. Escribir, respirar profundo, caminar sin rumbo… pequeños actos que me ayudan a calmar la tormenta.


Vivir con ansiedad no significa que estés roto. Significa que sientes profundamente, quizás más de lo que quisieras. Pero eso también es parte de lo que te hace humano, de lo que te hace fuerte. Y aunque a veces parece que estás solo en esta lucha no lo estás. Hay millones de personas que también navegan en estas aguas turbulentas aprendiendo día a día a encontrar la calma.


Porque al final vivir con ansiedad no se trata de vencerla. Se trata de aprender a caminar con ella sin dejar que defina quién eres.

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