La música es el único mundo que me salva.
Trato de buscar un refugio o un lugar que me ayude a olvidarla .
Quizás pasándome de tragos me ayuden a olvidarla en el instante, pero al siguiente día seguiré recordándola.
Ahora el único lugar que me ayuda a escaparme de este sentimiento es mi música, el jazz, mi guitarra, mi piano, mi voz. Es allí encerrado en mi estudio donde no pasa su sonrisa por mi cabeza, donde no pasan sus manos sobre las mías recordándome que “todo iba a estar bien”. Sobre mis partituras y sonidos está el olvido. Aunque derrame lágrimas sobre el pentagrama, allí hay salvación. Aunque quizás toque las canciones que solía cantarle a ella, eso me hace recordar lo bueno que soy y el talento que no debo desperdiciar al dar canciones a quien no las escucha.
Sin embargo, seguiré aquí, tratando de entender el sonido del silencio, que sin misericordia alguna, invade todo en mi.
Algunos acordes suenan a ella.
Pero, de todas formas, la música me salva y me recuerda que ella (la música) siempre estará allí para mi.