Navegando por la vida y curioseando precisamente aquí en Adimvi, leyendo todo tipo de reflexiones fortuitas y dignas de la sección 'profunda' de la SuperPop, llego a esta conclusión: No sabemos nada.

Y ojo, no me excluyo, aunque yo no lo plasme de ese modo tan pomposo en el que todos podemos parecer poetas, tampoco tengo ni puta idea.

Es el mundo, amigos. El mundo moderno .Nos han dado herramientas y unos constructos sociales. Nos han dicho que podemos hacer y ser lo que queramos. Nos han creado referentes en los que basarnos, personalidades vacías a los que todo les sale bien y crean sentimientos de envidia y adoración irracional. Nos han dicho qué cine ver y qué música escuchar, con qué entretenernos (no divertirnos, porque para eso ya hemos alcanzado unos límites de posibilidades en los que el inconformismo más infantil hace que nunca estemos completamente saciados de estímulos de dopamina. Nos han vuelto unos auténticos yonkis de esta glándula).

Y con todo ello, encontramos las vidas y costumbres que nos ocupan. Jóvenes que deambulamos sin rumbo escrito, porque pensamos demasiado y no sentimos lo suficiente. La eterna maldición de quien se cree en posesión del mundo sin saber que está siendo devorado y digerido poco a poco.

Tantas impresionantes posibilidades nos han vuelto dóciles, individualistas, paranoicos y depresivos. Aunque no lo sepamos, eso está ahí. Han limitado una gran parte de nuestra vida a mirar a una pantalla, en vez de un atardecer. Y eso nos vale, nos satisface. Nos creemos que es lo natural. La evolución.

Y ahora diréis, "¿Y qué tiene esto que ver con el amor?"

TODO, lo tiene que ver todo.
El amor es (o debería ser) el summum de la consciencia; las mariposas del estómago que hacen explotar el alma.
El amor es (o era) nuestra esencia elevada al infinito; la energía motriz del mundo.
El amor es (o será, el día que ya nos extingamos, pues amigos, no veo un futuro mejor) donde se unen todas las sensaciones en una.

Eso es lo que estamos perdiendo, a la par que el libre albedrío. Las mentes volátiles e irracionales que están empezando a germinar en nuestras cabezas con nuestro asentimiento e indiferencia van derrocando el mágico estímulo de la vida y la reflexión, todo ello en favor a una supuesta facilidad de contenidos; olvidando que los mejores contenidos posibles para la mente y el alma, surgen de dentro, no se leen en WhatsApp o Instagram. Tenemos que valernos de nosotros mismos para enfrentarnos a ese subconsciente sediento de entretenimiento fácil, y darle una paliza de autoreflexión. Tenemos que mirar menos pantallas y más techos.

¿Qué hacemos casi compulsivamente cuando tenemos un minuto sin esos estímulos mencionados? Sacar el puñetero móvil del bolsillo, negando así la posibilidad de usar por una puñetera vez nuestro poder reflexivo.

¿Qué hacemos cuando vemos algo que realmente nos perturba? Olvidarlo casi instantáneamente y seguir fingiendo que somos felices; seguir buscando estímulos.

¿Qué diablos estoy haciendo yo ahora mismo? Entretener mis glándulas de aburrimiento contándoos toda esta mierda; todo con tal de no verme a solas con mi mente.

Y así nos va.