En 1996, en el tranquilo pueblo de La Cañada, Argentina, la vida de sus habitantes cambió para siempre con un suceso aterrador que marcaría la memoria colectiva del lugar.
María José, una joven de 18 años, disfrutaba de una tarde con amigos cuando fue abordada por un grupo de hombres en una camioneta. Sin que nadie lo notara, la subieron a la fuerza y se la llevaron a una casa abandonada en las afueras del pueblo .La casa, conocida por su aspecto siniestro y su historia de abandono, se convirtió en el escenario de una pesadilla.
Durante días, María fue mantenida cautiva en un sótano oscuro y húmedo. Sus captores, un grupo de delincuentes locales, la sometieron a un trato brutal. La alimentaban escasamente y la amenazaban constantemente. En las noches, los ecos de sus risas macabras resonaban en las paredes del sótano mientras ella intentaba encontrar una manera de escapar.
María era consciente del peligro que corría; escuchaba a sus captores hablar sobre sus planes y cómo nadie se preocuparía por ella. La desesperación se apoderó de ella, pero también una chispa de determinación. Durante las horas más oscuras, comenzó a trazar un plan para liberarse.
Mientras tanto, en La Cañada, su familia y amigos estaban desesperados. Al no tener noticias de María, comenzaron a buscarla por todos lados. Se organizaron grupos de búsqueda y se distribuyeron volantes con su foto. Sin embargo, los días pasaban sin noticias.
Fue entonces cuando un grupo de vecinos escuchó gritos provenientes de la casa abandonada. Intrigados y preocupados, decidieron investigar. Al acercarse a la casa, sintieron un escalofrío recorrer sus cuerpos; algo no estaba bien.
Al entrar en la casa, los vecinos encontraron el sótano. Allí estaba María, visiblemente desnutrida y asustada, pero viva. Con lágrimas en los ojos, les suplicó que llamaran a la policía y que no dejaran que sus captores regresaran.
Los vecinos actuaron rápidamente. Llamaron a las autoridades y aguardaron con María hasta que llegaron los oficiales. Cuando la policía irrumpió en la casa, los secuestradores intentaron escapar, pero fueron capturados tras una breve persecución.
María fue rescatada y llevada al hospital. Aunque físicamente estaba a salvo, el trauma emocional que había sufrido era profundo. Los días siguientes fueron difíciles; las pesadillas y los recuerdos del horror vivido la perseguían constantemente.
La comunidad se unió para apoyarla en su recuperación. Sin embargo, el miedo persistió en La Cañada. Las calles que antes parecían seguras ahora estaban impregnadas de desconfianza y ansiedad. El caso de María José se convirtió en un recordatorio escalofriante de que el mal puede acechar incluso en los lugares más inesperados.