Recuerdo la primera vez que lo vi.
Eramos jóvenes, quizás un poco inmaduros, yo una chica inexperta y tímida y él un chico experimentado en el amor.
Ni siquiera sabía el porqué me escribió o qué fue aquello que le llamó la atención en mí.
''¿Acaso merecía este amor?'' ''¿Era lo suficientemente bonita para gustarle?''
Mi inseguridad en mi cuerpo, rostro eran demasiados como para sentir amor.
Siempre tuve esos pensamientos cuando me tomaba de la mano o cuando ibamos por la escuela caminando frente a todos. Él era muy guapo, demasiado.
Sus ojos redondos color hazel tan perfectos llamaban la atención .
Alonso era más alto que yo, dos cabezas para ser exactos, yo al lado parecía una enana.
''Me gustan las chicas altas''
Recuerdo haber oído es eso de él en una clase de educación física cuando todos preguntábamos entre nosotros por nuestro tipo ideal.
Él era único.
Yo, pues, no lo sé.
O bueno, no me sentía cómoda pasar por varias chicas más bonitas que yo, me daba miedo perderlo o imaginarme que él me cambiaría por otra persona.
Yo era una nerd, aprobaba en todas las materias. Alonso igual, solo que su talón de Aquiles siempre fue las matemáticas. Cuando aquella vez el profesor me nombró felicitándome por mi promedio, él me echó un ojo, fue la primera vez que sentí su mirada sobre mí.
La primera.
Nunca había puesto sus ojos en mí en todos estos 4 años. Nunca.
Desde aquella vez, Alonso llegaba muy tempraño a la escuela, algo raro porque él vivía a la vuelta del colegio. En cambio, yo vivía a una hora, por el cúal, llegaba más temprano de lo normal y siempre me lo topaba en el aula, pero no hablábamos para nada. Siempre había un absoluto silencio y solo se oia nuestras respiraciones o el sonido que desprendía el ventilador.
Fue el 1 de agosto, el día de mi cumpleaños, cuando por primera vez entablamos una pequeña conversación, todo por mi bendito y glorioso borrador.
En esos momentos yo andaba resolviendo un problema matemático, pero era tan complejo que me frusté borrando a cada rato y en una de esas salió volando hasta golpear la espalda de aquel muchacho. Pese a que él llevaba audífonos, giró la cabeza para mirarme.
Lo único que sentí en ese momento fue un ''click''
Mi corazón se agitó y sentí un escalofrío pasar por mi cuerpo. Y solo él seguía mirándome hasta esbozar una sonrisa, se paró, agarró el borrador del suelo y se sentó en la carpeta del frente mío.
''¿Eso es matemáticas''
Y así empezó todo. Poco después me invitaba a verlo jugar basquet, a la cafetería, le enseñaba matemática; él, filosofía. Me presentó a sus amigos, a los lugares que le gustaba estar.
Y el amor surgió en aquella vez que fuimos a la playa.
Él me besó, yo ni siquiera lo hice, pero fue mutuo y sincero.
Jamás me había sentido tan... amada, con ganas de verlo todo los días, pasar el rato con él y hacer muchas cosas con él.
Él me ensenó a amarme a mí misma, de lo valiosa que era, de lo mucho que le gustaba estar conmigo. Me enseñó a ser yo misma.
''Eres hermosa, Lua''
Me lo decía todos los días por chat y en persona con un beso lento en los labios. Era un chico romántico, siempre que estábamos juntos me cantaba Luis Miguel o por las noches en llamadas.
Años después, ya en la universidad, pensamos en casarnos en el futuro. Era la relación tan anhelada en mi vida, la más sana y segura que mi yo de niña deseó.
Eso cambió el día de mi graduación, aquel día tan importante cuando finalicé mi discurso y lo busqué entre la multitud. No lo vi.
Mi madre, mi padre y mi hermano me observaron con un rostro insólito. Me abrazó mi madre tan fuerte y en medio de la música, me susurró:
''Está muerto, hija''
Sentí el corazón desgarrado como si le hubiesen dado varias apuñaladas ahí con mucha fuerza. Me dolía la cabeza. Lloré a mares mientras sollozaba y exigía una explicación.
Me iba a volver loca.
En un abrir y cerrar de ojos ya estaba mirándolo, tendido, con la cabeza fracturada, moretones por su cabeza, llevaba aún su terno. Se veía tan guapo el amor de mi vida.
Había sufrido un terrible accidente, no solo él, sino tres personas más. El chofer del trailer se había quedado dormido, producto de ello, arrolló a varios carros. También estaban en UCI, pero Alonso se llevó la peor parte.
No me importó que estuviese manchado con sangre, lo besé entre sollozos mientras le rogaba a que no me dejara y más por el niño que crecía dentro de mí.
En el carro destrozado encontraron en la parte trasera un ramo de tulipanes casi intactos, un peluche con una cajita donde estaba mi prueba de embarazo y varios regalos.
''Te amo'' ''No merecías este final, Alonsito''
Lloré y sentí que me moriría del dolor, porque él me enseñó lo que es amar, sentirse amado.
Lo amé, lo amo y lo amaré por el resto de mi vida.
Aunque ya no esté presente conmigo. Pese a que no logramos casarnos, fue una promesa que nos decíamos todas las noches mientras hacíamos el amor.
Ya a cuatro años de su fallecimiento, aún está presente en mi vida, mi niño Alonsito es el retrato en carne propia de su padre. He aprendido a vivir con el dolor, a no estar con él a su lado, a dejar de sentir sus besos todas los días o cuando hacíamos el amor.
Mis palabras de amor se los lleva el viento noche tras noche.
Lo extraño mucho, con toda mi alma, pero sé que él está feliz viéndonos por dónde esté. Al lado de mi hijo se volvió mi fortaleza. Aprovecho cada momento con él porque nunca uno sabe cuando será nuestro último día.