A veces la vida parece un ciclo de recuerdos que van y vienen, como las olas del mar golpeando la orilla. Hay momentos en los que el pasado pesa tanto que nos detiene, haciéndonos cuestionar cada decisión, cada camino no tomado .Es normal perderse en esos pensamientos; todos lo hacemos. Pero hay algo que muchas veces olvidamos: no somos solo lo que quedó atrás, somos también lo que está por venir.
Cada cicatriz que llevamos, visible o no, cuenta una historia. Tal vez fue un fracaso, una despedida que nunca supimos dar, o el sueño que quedó a medio construir. Sí, duele. Pero también nos recuerda que estamos vivos, que hemos sobrevivido incluso cuando creíamos que no podríamos. Eso es fuerza.
El cambio no siempre llega como una epifanía grandiosa. A veces es un pequeño paso que damos cuando parece que todo está perdido. Es decidir intentarlo una vez más, incluso si el miedo grita más fuerte que la esperanza. Es aceptar que el ayer no puede ser reescrito, pero que el mañana sigue abierto, listo para ser construido.
La vida no es una carrera perfecta; es un camino lleno de vueltas y tropiezos. No estás solo en tus dudas ni en tus sueños rotos. Todos llevamos nuestros propios pesos. Pero también todos llevamos una chispa, una pequeña llama que nunca se apaga del todo. La clave está en seguir adelante, en buscar esas razones que, a pesar de todo, nos hacen querer levantarnos cada día
Así que, si alguna vez te sientes cansado, si piensas que tu historia ya está escrita, recuerda esto: siempre hay espacio para un nuevo comienzo. Puedes tomar esas piezas rotas y construir algo inesperado. Porque mientras respiras, hay esperanza. Mientras avanzas, hay un camino.