Hay días en los que el silencio pesa más que cualquier ruido. En esos momentos, las palabras no dichas se amontonan, se convierten en un nudo invisible que aprieta el pecho.
¿Quién no ha guardado una frase a medio camino entre los labios?
Un “te extraño” que no se atreve a salir, un “perdón” que se ahoga en el orgullo, un “te amo” que espera una valentía que nunca llega.
Las palabras son curiosas.Pequeñas, ligeras, pero capaces de cambiarlo todo.Una sola puede levantar un mundo, o dejarlo caer en pedazos.
Y sin embargo a menudo las tratamos con descuido.Las usamos para llenar vacíos incómodos, para distraer de las cosas importantes, para aparentar fuerza cuando lo que necesitamos
es admitir que somos frágiles.
Hoy te invito a pensar en tus palabras.
En las que dijiste sin pensar y en las que no dijiste por miedo.En las que hieren, y en las que sanan.
Porque al final, somos eso:
lo que decimos,
lo que callamos,
lo que dejamos en otros,
cuando ya no estamos.
¿Qué palabras cargarás contigo hoy?
¿Y cuáles elegirás soltar?