A menudo, nos enseñan a buscar la perfección: en nuestra apariencia, en nuestro trabajo, en nuestras relaciones. Vivimos persiguiendo esa imagen idealizada de quién deberíamos ser, olvidando que nuestra verdadera fuerza radica en nuestra autenticidad, en lo que nos hace únicos y humanos.
Las imperfecciones son lo que nos hace reales, lo que nos conecta con los demás .Son esas pequeñas grietas en nuestra "perfecta fachada" las que nos permiten crecer, aprender y ser verdaderamente vulnerables. Al final del día, nadie busca la perfección, todos buscamos la conexión genuina, esa que surge cuando nos mostramos tal cual somos, con nuestras fallas y fortalezas.
Aprender a amarnos en nuestra imperfección es el acto más liberador que podemos hacer. Porque al aceptarnos tal como somos, dejamos de vivir para cumplir expectativas ajenas y empezamos a vivir para ser felices con nuestra propia esencia.
Hoy, date permiso para ser imperfecto. La belleza no está en ser perfecto, está en ser real. Y esa es la belleza que el mundo necesita ver.