Vivimos en un mundo donde todo parece correr a la velocidad de la luz: Notificaciones que no cesan, trabajos que demandan cada segundo, y una constante presión por estar disponibles. Nos hemos acostumbrado a estar "encendidos" todo el tiempo, pero ¿cuándo fue la última vez que te permitiste apagarlo todo?
Desconectarse no es simplemente dejar el teléfono a un lado o desconectarse de las redes sociales .
Puede parecer difícil, y hasta incómodo al principio, porque nos hemos habituado al ruido y la velocidad. Pero la magia ocurre cuando te das permiso para detenerte y ser, sin pretensiones ni prisas.
Regálate el momento de desconectarte, no porque el mundo lo exija, sino porque tu alma lo necesita. En la pausa, encuentras la claridad que tanto has buscado.