Hay momentos en la vida en los que para avanzar necesitamos soltar. Soltar puede ser una de las decisiones más difíciles, especialmente cuando se trata de algo que una vez nos llenó de felicidad .Pero así como las estaciones cambian, también nosotros debemos aprender a liberar lo que ya no nutre nuestro camino.
Soltar no es rendirse, ni es un acto de fracaso. Es un acto de amor propio y de valentía. Es decirle a la vida: "Confío en que lo que venga será lo correcto para mí". Requiere aceptar que no todo ni todos están destinados a quedarse para siempre. Hay relaciones, trabajos, situaciones y sueños que aunque fueron hermosos en algún momento han cumplido su propósito.
En cada despedida hay un crecimiento oculto. A veces, soltar es la única forma de encontrar la paz que tanto buscamos, la única manera de hacer espacio para lo nuevo y para esa versión de nosotros mismos que está esperando ser descubierta. A través de este proceso, aprendemos que somos mucho más que las cosas a las que nos aferramos; aprendemos a estar en paz con lo que ha sido y con lo que dejamos atrás.
Así que, si hoy estás frente a la difícil decisión de soltar, recuerda que no estás perdiendo; estas abriendo espacio para algo diferente, algo que aún no conoces, pero que podría sorprenderte de formas inimaginables. Porque al final, soltar es un acto de fe en el camino que tienes por delante. Es confiar en que hay algo maravilloso que te está esperando, si solo tienes el valor de abrir tus manos y dejar ir.