Marta y Luis habían estado buscando un lugar tranquilo para pasar su primer aniversario de matrimonio. Un amigo les recomendó una cabaña antigua, aislada en el bosque, que parecía perfecta para un retiro romántico .La cabaña, aunque vieja, estaba en buen estado, rodeada de árboles altos y un lago cercano que reflejaba la luz de la luna.
La primera noche fue tranquila, pero a la siguiente empezaron a notar cosas extrañas. Mientras cenaban, escucharon un rasguño leve en la pared exterior. Luis fue a revisar, pero no encontró nada, suponiendo que algún animal había pasado por allí. Sin embargo, al regresar, encontraron las luces parpadeando. Lo atribuyeron a la antigüedad del lugar, pero Marta no pudo evitar sentirse observada.
A medianoche, Marta despertó. Sintió que algo la miraba desde el rincón oscuro de la habitación. Al principio, pensó que era solo su imaginación, hasta que vio un par de ojos brillantes que la observaban, fijos y fríos. Cuando trató de despertar a Luis, él no respondió. Estaba profundamente dormido, y por más que intentó moverlo, parecía atrapado en un sueño profundo e inquieto, respirando con dificultad.
Los ojos en el rincón se acercaron, y Marta sintió un frío que le congelaba la piel. Un susurro rompió el silencio: “Esta es mi casa. No pertenecen aquí.” Marta quiso gritar, pero algo le apretaba el pecho, dejándola sin aire. Solo podía ver cómo esa figura se inclinaba cada vez más cerca de ella.
A la mañana siguiente, Luis despertó para encontrar a Marta sentada en el borde de la cama, mirando hacia la pared. Su piel estaba helada y su rostro inexpresivo. La sacudió, pero ella no reaccionó. Cuando por fin consiguió que hablara, Marta susurró con voz monótona: “Ella está en el bosque… me quiere a mí.”
Luis intentó llevársela de allí, pero Marta se resistió. Su comportamiento era cada vez más extraño; se pasaba horas mirando al bosque, hablando en susurros, y a veces incluso salía en mitad de la noche y desaparecía entre los árboles. Luis la buscaba desesperadamente y la encontraba siempre de pie, en el mismo lugar, bajo un árbol viejo, observando algo que solo ella podía ver.
Una noche, desesperado, Luis fue en su busca y la encontró en el bosque, murmurando. Marta se giró lentamente hacia él, pero ya no parecía ella misma. Sus ojos estaban completamente negros, sin vida, y una sonrisa macabra deformaba su rostro. Con una voz grave, desconocida, le dijo: “Ella vendrá por ti también. No puedes escapar.”
En pánico, Luis corrió hacia la cabaña, y cuando llegó, la puerta se cerró detrás de él con un golpe ensordecedor. Los objetos a su alrededor comenzaron a moverse, y el suelo parecía ondular como si estuviera vivo. Todo en la cabaña susurraba su nombre, repitiéndolo una y otra vez, mientras sombras sin forma avanzaban hacia él. De pronto, una mano helada se posó en su hombro, y al girarse, vio a Marta, o lo que quedaba de ella, sonriendo de forma antinatural.
La figura que era Marta se inclinó hacia él y, con una voz baja, le susurró: “Ya es tarde.” Luis gritó, pero su voz no fue más que un eco en la oscuridad.
Al día siguiente, la cabaña estaba vacía. La policía encontró solo los teléfonos de Marta y Luis, abandonados en la entrada. Los lugareños dicen que, desde aquella noche, la cabaña parece maldecida. Algunos han visto luces dentro, escuchado risas y susurros, e incluso afirman que, si te acercas demasiado, puedes ver a una pareja en la ventana, observando, esperando… para atraer a alguien más al bosque.