“Érase una vez un abuelo y un nieto que decidieron emprender un viaje junto con un burro. Inicialmente el anciano hizo que el niño montara en el animal, con el fin de que no se cansara .
Sin embargo, al pasar por una segunda aldea, los lugareños pusieron el grito en el cielo de que el pobre niño fuera caminando mientras el hombre mayor lo hacía cómodamente montado. Ambos decidieron entonces montar en el animal. Pero al llegar a un tercer poblado los aldeanos criticaron durante a ambos, acusándoles de cargar en exceso al pobre burro.
Ante esto, el anciano y su nieto decidieron ir ambos a pie, caminando al lado del animal. Pero en un cuarto pueblo se rieron de ellos, dado que disponían de una montura y ninguno de ellos viajaba en ella. El abuelo aprovechó la situación para hacer ver a su nieto el hecho de que, hicieran lo que hicieran, siempre habría alguien a quien le parecería mal y que lo importante no era lo que otros dijeran, sino lo que creyera una mismo.”
Este cuento tradicional nos enseña a tener en cuenta que debemos ser fieles a nosotros mismos, y que hagamos lo que hagamos habrá alguien a quien no le guste y nos critique: no podemos gustarle a todo el mundo, y no debemos obsesionarnos con agradar al prójimo.