Ashley Smith era una modelo dominicana en ascenso que, a sus 24 años, ya había conquistado el mundo de la moda con su belleza innegable y su gracia en cada paso. De piel dorada, cabello rizado y ojos profundos, tenía una presencia natural y elegante que cautivaba a todos los que la miraban .
Ese verano, Ashley decidió tomarse un descanso de las luces y los flashes para volver a conectarse consigo misma. En un rincón apartado de la playa, rodeada de naturaleza pura y un mar de tonos turquesa, sentía que el tiempo se detenía. Fue allí donde lo vio por primera vez. Harry Sutton, un joven británico con un linaje tan antiguo como sus modales refinados, había llegado al Caribe buscando la misma paz que ella. Alto, de ojos claros y con una mirada reservada, Harry era el heredero de una fortuna familiar legendaria, pero el peso de su posición lo había llevado a buscar un respiro de su realidad en tierras lejanas.
Su primer encuentro fue casual y casi silencioso. Ashley estaba en una sesión de fotos, y Harry, que paseaba cerca de la playa, no pudo evitar mirarla. Fascinado por su belleza y su confianza, sintió que algo en ella lo atraía. Ashley, a su vez, percibió la intensidad de su mirada y no pudo evitar sentirse intrigada. Esa misma noche, una amiga en común organizó una cena en la ciudad. Cuando se vieron nuevamente, ambos sintieron la electricidad en el aire.
Harry quedó encantado con la calidez y la risa espontánea de Ashley, mientras ella se sentía fascinada por su calma y la profundidad con la que observaba todo a su alrededor. Entre copas de vino y risas, descubrieron que aunque sus mundos eran distintos, compartían un anhelo común: ambos buscaban algo real en medio de la superficialidad que los rodeaba.
Los días que siguieron fueron un sueño. Harry y Ashley exploraron juntos los rincones de la isla. Pasearon por las callecitas empedradas de la Zona Colonial, donde Ashley le mostró la historia que escondían cada rincón y cada edificio. Descubrieron las maravillas de las playas más apartadas, donde compartieron miradas y sonrisas robadas, y donde cada toque parecía encender un fuego que ninguno de los dos podía ignorar.
Una noche, en un mirador escondido entre palmeras, con el mar extendiéndose ante ellos bajo el cielo estrellado, Harry se atrevió a tomar la mano de Ashley. La mirada de ella se suavizó, y en ese instante entendieron que lo que sentían iba mucho más allá de la atracción pasajera. Compartieron un beso bajo la luz de las estrellas, un beso que encendió una llama y que se transformó en noches largas y apasionadas donde ambos se entregaron por completo, sin pensar en el mañana.
A medida que pasaban los días, Harry y Ashley empezaron a soñar juntos, imaginando cómo sería un futuro en el que sus dos mundos, tan distintos, pudieran unirse. Para Harry, significaba desafiar las expectativas de su familia y el peso de su herencia, romper con la vida de lujos y compromisos predestinados. Para Ashley, era imaginarse en un lugar donde pudiera ser ella misma, libre de las expectativas de la industria de la moda.
Pero el verano no podía durar para siempre, y ambos lo sabían. Llegó el día en que Harry debía regresar a Londres, a su vida de obligaciones y compromisos familiares. En una última noche juntos en una playa desierta, se despidieron entre promesas de no olvidar lo que habían vivido. Harry, con voz temblorosa, prometió a Ashley que su amor no sería un recuerdo fugaz de unas vacaciones, sino algo más profundo que llevaría consigo, independientemente de los kilómetros que los separaran.
Ashley lo observó mientras se marchaba al amanecer, y aunque una parte de ella deseaba detenerlo, sabía que ambos necesitaban tiempo para comprender si lo suyo podría sobrevivir a la distancia. Pasaron semanas, luego meses. A través de cartas y llamadas, su conexión se mantuvo viva. Ambos intentaron seguir adelante, pero cada vez que pensaban en el otro, sentían que el tiempo retrocedía hasta aquella playa, hasta esos besos robados y el sonido de las olas de fondo.
Finalmente, un día, Ashley recibió una carta de Harry. En ella, confesaba que había decidido romper con las expectativas de su familia y que regresaría a Santo Domingo para estar con ella. "Sé que te encontré en un momento inesperado, pero contigo he descubierto la versión de mí mismo que siempre quise ser. Espérame, porque este amor es mi verdad", escribió.
Ashley, con el corazón latiendo rápido, supo que el destino le daba una nueva oportunidad. Cuando Harry llegó a Santo Domingo, la encontró esperándolo en la misma playa donde todo había comenzado. En ese momento, bajo el cielo despejado y las palmeras, se prometieron vivir ese amor sin restricciones, dejando atrás los límites que un día los separaron.