Disfrutando el proceso
Hace 5 días
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El domingo fui a comprar unas empanadas a un lugar muy conocido de Salta, Argentina: tu cita obligada si buscás buena gastronomía regional en esta provincia. Hice mi pedido en la caja y esperé (unos 20 min .
aprox). En esa espera y frente a mi vista se me presentó una realidad que me hizo abrir lo ojos y entender un par de cuestiones.

Como les dije este restaurante es una cita obligada, por lo que se imaginarán domingo al mediodía explotaba. La gente hacía fila para dar su nombre y entrar en una lista de espera para ubicarse ni bien se desocupara alguna mesa. Unas 4 o 5 sillas se ubicaban en el ingreso para estas personas que conseguían anotarse en la lista de espera pero que debían esperar. Claro que esas cuantas sillas no daban abasto y por ende había gente parada. 

Yo, que me había ubicado justo en un pilar, intentando no molestar el paso de los mozos que iban y venían de un lado a otro, me sentí atraída por el diálogo de una pareja (en otro idioma) que a lo lejos escuchaba. Me fui acercando intentando descifrar en qué idioma hablaban y cuando llegué a estar bien cerquita entendí que era como un español catalán. Me hizo acordar a la serie Merlí, que la amé con todo mi ser. Cuando le presto atención a la pareja, no les entiendo un pepino lo que se dicen, pero entiendo que la están pasando tan pero tan bien, entre risas y disfrute, que decido acercarme más. Aquí viene lo interesante.

Esta parejita, también estaba esperando una mesa para ubicarse, pero la espera de ellos era bien distinta. Se habían acercado al mostrador y habían pedido una cerveza en latita que el mozo les sirvió en dos copones. Estaban parados en un espacio bien reducido y hasta incómodo, pero eso no importaba. Su espera era hermosa, fresca, divertida. Decidían matar ese tiempo de espera tomándose una cervecita y brindando cada tanto, vaya a saber por qué, por estar vivos seguro y eso ya era un montón.

Frente a mí tenía una escena de película. A la izquierda los que esperaban sentados o parados, rezongando un poco y rogando que los comensales que ya estaban ubicados almorzando, no pidieran postre. Y a mi derecha, esta parejita en una esquinita, a las risas, complicidades y brindis, esperando de la mejor manera posible su turno. 
Me cambiaron el día. Volví a entender y reafirmar el concepto de que depende de uno como atraviese el proceso (de lo que sea que estés viviendo). O esperas sentado rezongando que otro no alargue más su disfrute o empezás a disfrutar vos, con los recursos que cuentes, con la certeza de que en algún momento será tu turno.

Ese domingo entendí muchas cosas. Y claro que quiero ser la que disfruta de una cervecita mientras me llega mi momento. Y vos… ¿De qué lado querés estar?
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