Uno de los estereotipos más comunes es que los hombres deben ser emocionalmente impenetrables, lo que implica no mostrar vulnerabilidad ni llorar .
A lo largo de la historia, los hombres han sido vistos como los principales proveedores del hogar. Este estereotipo sigue presente, donde se espera que los hombres trabajen para mantener a su familia económicamente, incluso cuando las mujeres también contribuyen. Esto puede generar una presión innecesaria sobre los hombres para sobresalir financieramente.
Se espera que los hombres sean físicamente fuertes, dominantes y atléticos. La cultura de la masculinidad suele vincular el éxito masculino con logros físicos, ya sea a través de deportes o una apariencia robusta. Esta expectativa puede crear inseguridades en hombres que no se ajustan a estos estándares físicos o que no disfrutan de actividades competitivas.
Tradicionalmente, las tareas domésticas y el cuidado de los hijos se han asociado más con las mujeres. A menudo, los hombres se ven presionados a evitar actividades como cocinar, limpiar o cuidar de los hijos, ya que estas acciones pueden ser vistas como "femeninas". Esto limita la participación de los hombres en el hogar y refuerza la idea de que estos roles son inferiores o inapropiados para ellos.
La sexualidad masculina suele representarse como activa, con un énfasis en la "conquista" y la búsqueda constante de experiencias sexuales. Se espera que los hombres sean promiscuos o que muestren interés sexual constante, lo que puede generar problemas con las relaciones y con la forma en que algunos hombres entienden su propia sexualidad y límites.