Si ejerces de entrenador de fútbol (da igual la categoría) a través del aprendizaje y la experiencia que dan los años, con el paso del tiempo te vas dando cuenta, entre otras muchas cosas (y sin establecer un orden de prioridad) que:
- Los futbolistas tienen que desconectar de vez en cuando, no es bueno estar pensando en el fútbol las 24 horas del día, y esto también vale para el entrenador.
- Se compite siempre para ganar, algo que a nivel profesional es incuestionable. La forma de hacerlo ya queda supeditada al criterio personal de cada cual .La única que no vale es haciendo trampas o no respetando el reglamento, las demás formas de conseguirlo ya están supeditadas a infinitas teorías, unas entran dentro de una lógica más o menos razonable y otras son absolutamente disparatadas.
- Cada futbolista tiene una misión asignada por el entrenador, y la debe de desarrollar sobre el terreno de juego de la mejor forma posible. Lo de que cada cual juegue a su aire o la libre creatividad individual al margen de los intereses del equipo, solo es pura anarquía y descontrol.
- Mal asunto es que el ego desmesurado de algunos obstaculice la construcción del proyecto colectivo. Los protagonismos individuales no pueden bajo ningún concepto ser un lastre para el crecimiento del equipo.
- El rendimiento del grupo viene determinado por la suma de todo el trabajo individual a nivel de eficacia, por lo tanto, cuanto más aporte cada miembro a la colectividad, más poderoso será el equipo. Es tan solo una operación matemática.
- Cada partido es diferente y aunque el equipo mantenga su propia personalidad sobre el campo, hay que saber siempre adaptarse a las circunstancias y a las exigencias del momento.
- Muchas veces un partido se comienza a perder en el vestuario, tan solo hace falta menospreciar al contrario y pensar que el encuentro está ganado de antemano, o tan solo creerse superior al rival antes de demostrarlo en el campo.
- Cuando algo no funciona hay que cambiarlo, otra cosa muy diferente, es no tener la paciencia y el convencimiento suficiente para darle tiempo al proyecto planificado o a la idea de juego puesta en práctica. Cambiar de forma permanente y por sistema no puede dar buen resultado.
- Darle a un futbolista la oportunidad de jugar en un determinado partido, a veces no es cuestión de que el jugador tenga más o menos cualidades, el acierto por parte del entrenador, es utilizarlo en el momento oportuno, sobre todo cuando las necesidades del equipo reclaman determinadas capacidades a nivel individual que el futbolista está en condiciones de ofrecer en una situación específica del juego.
- Para que el rendimiento del futbolista alcance los niveles de exigencia deseados, resulta imprescindible que este sea capaz de adaptarse y superar la presión ejercida por el ambiente (de todo tipo) que lo rodea, y más aún cuando hablamos de fútbol profesional.
- El objetivo principal, como norma fija en cada partido, es que el futbolista salga al terreno de juego a cumplir la misión asignada, dedicando a ella su máximo esfuerzo, a partir de ahí, las circunstancias del juego tomarán diferentes rumbos, que serán más o menos favorables, pero eso ya es otro asunto más incontrolable.
- La disciplina es fundamental en cualquier colectividad para que todo funcione con un mínimo orden que facilite el funcionamiento del grupo. La excesiva obediencia enfocada en el ordeno y mando, a la larga pasa factura, sin embargo, la que se apoya en organización y liderazgo, suele dar estupendos resultados, aunque no hay nada tan eficaz como la buena educación deportiva desde la base.
- La conclusión final, es que el éxito de un equipo (de fútbol o de cualquier otra disciplina deportiva) se apoya fundamentalmente en el entrenamiento, en el esfuerzo del trabajo diario, mejorando fortalezas y eliminando debilidades, aunque eso desde luego no garantiza la victoria, pero siempre aumenta las posibilidades (muchas o pocas) de lograrla.
Autor: Paco Arias
Entrenador Nacional de Fútbol
Técnico Deportivo Superior