Crónicas Terrícolas (XIII)
13 Ago, 2024
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- Capítulo 7 - 


(Sigue…)


Nota del autor: Para entrar en materia, leer capítulos anteriores.


"Último capítulo: Crónicas Terrícolas (XII)".


La gente como A.E. (de ahora en adelante pondremos tan solo las iniciales, para abreviar, y al mismo tiempo para no nombrar en exceso al personaje, además de no darle excesiva importancia, ya que no se la merece), en todo momento quieren ejercer de maestros permanentes para las personas de su entorno, incluso para las que no forman parte del mismo .

Individuos que se transforman con insistencia, en profesores de palabra fácil y oquedad intelectual manifiesta.


Siempre predican un continuo y cansino adoctrinamiento, ya que su infalibilidad (ellos lo piensan así) al igual que la del sumo pontífice en Dogmas de Fe, es incuestionable.


A.E. y los que son como él, pertenecen a esa clase de gente que te dicen lo que has de hacer, pero luego, vemos con infinita sorpresa, que hacen lo contrario de lo que predican, es más o menos eso de:


¡Haz lo que yo te digo, pero no lo que yo hago! Igual que ese padre que llega borracho a casa y le da un enorme sermón a su hijo quinceañero, advirtiéndole de los enormes peligros del alcohol.


¿Cómo es posible tanta incongruencia?, pues así es.


Este tipo de individuos, pululan alrededor nuestro como una mosca revoloteando cerca de la miel. Siempre saben de todo, siempre estuvieron antes que tú en cualquier sitio y siempre quieren imponer sus ideas a los demás sin importarles el precio.


Los A.E. de turno, fingen que te escuchan cuando hablas, pero solo para disimular cuáles son sus verdaderas intenciones, ya que al final su ego es tan enorme y los devora de tal forma, que en todo momento tiene que prevalecer su YO por encima de cualquier otra cosa, circunstancia o persona que opine diferente a ellos (y si no es así, se enfadan, ¡pues que les den!).


Esta clase de personajes que amenazan nuestra vida diaria son fácilmente


detectables, y hay un detalle que los identifica con absoluta claridad y los deja al descubierto, ya que son individuos que se crecen frente a las personas que ellos consideran inferiores, pero luego, vemos con enorme asombro que caminan de rodillas cuando conviven con gente que ellos creen superiores, e incluso se arrastran como cucarachas como si estuvieran totalmente poseídos por aquellos que tienen una elevada posición intelectual, económica o social, y de igual modo con los que son portadores de apellidos ilustres o conocidos, aunque su relevancia sea más propia del pasado, ya que en la actualidad no valen más que los Álvarez, Pérez o Rodríguez, por poner algunos ejemplos.


¡NO ME GUSTAN ABSOLUTAMENTE NADA LOS A.E.!


He tenido por desgracia, que enfrentarme a alguno de ellos para impedir que pusieran su pie encima de mi cabeza, y jamás he dejado que anularan mi independencia, ni manejaran a su antojo mi vida. Otras personas, sin embargo, y lamentablemente para ellas, han tenido que sufrirlos y vivir continuamente condicionados por sus caprichos, si bien es cierto, que hay quienes merecen padecer de vez en cuando, como si fuera una gripe o un simple resfriado, a un A.E. en su existencia, ya que no hacen nada para evitarlo, tan solo callar y tragar, y eso en absoluto son opciones válidas, hay que enfrentarse a ellos, sin miedo y con decisión, hasta eliminar de nuestra sociedad este tipo de comportamientos que tratan de controlar de forma autoritaria la vida de las personas.


En muchas ocasiones, cuando se habla de Dictadores, solo nos acordamos de los dirigentes políticos de determinados países, con independencia del tipo de ideología que prediquen si es que en realidad tienen alguna, ya que generalmente quien encabeza una Dictadura, lo único que quiere es mandar e imponerse a los demás de cualquier forma (¡aquí se hace lo que digan mis cojones!), y cueste lo que cueste. Sin embargo, nos olvidamos de los A.E. que viven camuflados entre nosotros y que en cuanto pueden y ven el terreno abonado para actuar, ejercen como diminutos y patéticos dictadorzuelos de pacotilla, que entran con sigilo en nuestro entorno parapetados detrás de una bondadosa careta y disfrazados debajo de una inofensiva piel de cordero, con la única intención de ir poco a poco apoderándose de nuestra vida y acabar manejándonos a su capricho.


Sé de sobra cómo son los A.E. siguen ahí, quizá poseo un sexto sentido para detectarlos, o puede que tan solo sea intuición, aunque lo que deseo fervientemente es no volver a encontrármelos ¡NUNCA MÁS! El resto de mi vida, ya que, ¡NO LOS SOPORTO!


Un consejo: ¡A.E. si quieres dominar a alguien, cómprate una mascota!


Continuará…


Fran Laviada

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