Y fue cuando se subió a ese autobús con dirección a su casa que la inundo un sentimiento de vacía soledad, un sentimiento que la atemorizo tanto que decidió que necesitaba sentir a alguien; entre sus confundidas ideas su nombre se repetía una y otra vez y se inclinó a lo que creía era su deseo; escribió ansiosa y sonrió ante la respuesta positiva de aquel hombre que en la distancia aun le robaba sueños.

Llego a su casa a prepararse para lo que sería el despertar de su cuerpo, ansiaba que con cada caricia aquel hombre reviviera las fibras de placer que ya hace un par de veranos yacían adormecidas; una ducha caliente, un jabón con un dulce aroma, un vestido que dejaba ver lo que creía su mejor atributo y una capa liviana de maquillaje con el propósito loco que fueran sus ojos lo que se robaran la atención .

Llego a aquel lugar de la cita pactada con el estómago hecho fiesta, y la recibió con un abrazo de esos que la hacen sentir incomoda, en una pequeña mesa reposaban las botellas vacías llenas de historias antes de su llegada ¿Cuánto habrá vivido este tiempo sin encontrarnos? ¿Tanto había vivido ella? Parecía como si el tiempo se hubiera detenido, como si no hubieran pasado los meses completos que plasman los calendarios, aun existía esa fluidez y las risas, todo le parecía siempre tan fácil a su lado.

Entre tanto los besos no se hicieron esperar, esa sensación de encajar ambos labios se asemejaba a una danza mágica, a los besos se le sumaron las caricias que recordaban la naturaleza física del encuentro, caricias no tan propias para un lugar público, caricias que reclamaban la intimidad de la habitación que tantas veces los había visto representar una escena de amor de mentiras.

Entraron por la misma puerta que habían atravesado numerosas veces en el pasado, entre besos, caricias y mariposas en la barriga se dirigieron a la habitación de la casa en la que nunca habían estado, con la luz encendida y consciente de que su silueta podía reflejarse a través de la cortina de la ventana se desnudó nuevamente ante él esperando que surgieran las mil reacciones que había planeado en su cabeza, estaba exactamente donde había imaginado estar cuando envió ese primer mensaje en el autobús; y lo hizo, permitió nuevamente las caricias y jugar a eso que él llamaba hacer el amor.

De un momento a otro, como un huracán que llega sin avisar sintió tristeza por él y por ella ¿qué hacían ahí dos personas que no sentían nada la una por la otra? Que parecían atrapados en un círculo vicioso, él quizá intentando huir de algo y ella aferrándose a un sentimiento ilusorio que había dejado de sentí hace ya muchos soles, dos adultos intentando jugar a tener el control, intentando resolver esas confusas ideas que nada tenían que ver con ellos juntos, dos dilemas individuales encontrándose en la misma cama, ella intentado encontrar en él un consuelo que él era incapaz de darle, dos piezas de un rompecabezas que no encajan pero se fuerzan y ambas sutilmente se dañan, los dos dejando morir una parte de ellos en ese encuentro fortuito; él quizá intentando huir de algo y ella aferrándose a un sentimiento ilusorio que había dejado de sentí hace ya muchos soles.

Y fue cuando se descubrió ahí desnuda al lado del cuerpo de aquel hombre que alguna vez creyó querer que la inundo un sentimiento de soledad vacía, un sentimiento que la atemorizo tanto que decidió que necesitaba no estar ahí, y dejo la habitación deseando haberla dejado para siempre.