Fumar te deja los pulmones con más mierda que un pozo negro.
El exceso de grasas saturadas hace que el colesterol te salga hasta por las orejas.
Hablar mucho por el teléfono móvil, puede que a la larga te deje medio tonto (en algunos casos, más todavía), ya que al parecer, el aparatito de los cojones, emite algún tipo de radiación nociva para el cerebro.
Mucha sal te puede hacer subir la tensión más alta que si la mandas por cohete a Saturno.
Y del exceso de azúcar, ni hablamos.
Las drogas te pueden volver loco o enviarte directamente a la fosa, sin más.
Beber mucho, es decir, devorar las copas, te puede dejar el hígado como un filete de ternera dentro de un cubo de disolvente.
Oír la música demasiado alta, quizás te acabe dejando más sordo que a Beethoven.
Ver muchas horas la televisión puede que te haga quedar más cegato que si tuvieras miopía, cataratas, conjuntivitis y sensibilidad a la luz, todo en el mismo lote.
Fiarte de un banco y firmar una hipoteca, puede llevarte sin remedio a vivir debajo de un puente, o en el mejor de los casos a llamar hogar a una tienda de campaña en un camping.
De hacer caso a los políticos, ni hablamos, eso de escuchar debates, tertulias y un mitin tras otro, puede dejar secuelas irreparables en la vida de un ser humano, tales como diarreas incontrolables, mareos permanentes, visión borrosa, vómitos, convulsiones, gases y sobre todo, una permanente sensación de asco, así que: ¡Mucho cuidado con esto!
Y me pregunto, ¿qué efectos secundarios tiene hacer el amor?
Pues eso, ¡a darle!
Fran Laviada