El General estaba convencido de que sus soldados eran unos valientes.
Pondría la mano en el fuego sin dudarlo, por cada uno de sus hombres, sin embargo, ellos desconocían por completo lo que era el valor.
Por eso dejaron a su superior, solo frente al enemigo y todos perdieron el culo al grito de:
¡El último que apague la luz!
y corrieron como locos para ponerse a salvo.
Fran Laviada