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Que triste ?
El castillo estaba asediado por el enemigo y en su interior solo había mujeres, niños, y yo, el único hombre. Los guerreros estaban cazando, pero no me llevaron con ellos, ya que me consideraban un muchacho demasiado inexperto y débil, y por supuesto, no apto para asuntos de machos .
La fortaleza y sus habitantes se habían salvado, y en el pequeño cementerio del patio interior del castillo, un lugar donde siempre reinaban la soledad y el silencio para que los héroes pudieran descansar en paz, había una nueva tumba con una diminuta cruz y grabado en la piedra mi nombre:
“Erik, el Valiente”
Y es que en el mundo de los humanos, casi siempre hay que morirse antes, para que uno pueda demostrar lo que vale.