¡Apártate de mi camino!
Le dijo el prepotente zapato (de piel de cocodrilo), a la humilde chincheta.
¡Apártate tú si no quieres que te pinche!
Le respondió ella sin cortarse ni un pelo, no dejándose intimidar por la chulesca actitud del calzado, que la miró con todo su desprecio, aunque eso sí, hizo un pequeño giro para variar su ruta, cuando vio que la irreductible tachuela seguía sin moverse del sitio en el que estaba.
Fran Laviada