Mi vida no me gustaba nada, es más, cada día que pasaba se me iba haciendo más insoportable. Tomé la decisión de hacer un cambio radical, así que me fui directamente al Gran Almacén de la Existencia dispuesto a llevarlo a cabo.
Una vez allí me dirigí al departamento de Quejas y le indiqué al encargado cuál era el motivo de mi presencia en el lugar .Una vez que aquel desagradable individuo con cara de palo (o de cretino) me hubo escuchado sin decirme absolutamente nada, me indicó con el dedo que mirase un letrero con fondo blanco colgado en la pared, cuyo texto en letras grandes y rojas decía:
“NO SE ADMITEN CAMBIOS NI DEVOLUCIONES”
Insistí, pero la respuesta sin palabras fue la misma, ya que el huesudo dedo del hombre estatua seguía apuntando en la misma dirección. Así que, como no estaba dispuesto a malgastar mi tiempo, opté por volver a mi casa decidido a hacer yo mismo los cambios oportunos para que mi vida fuese lo que yo quería, o por lo menos, que se pareciera lo más posible.
Y aquí sigo, por cierto, con buenos resultados y en algunos casos, estoy incluso sorprendido de lo fácil que ha sido modificar ciertos hábitos, simplemente con tener la fuerza de voluntad necesaria para hacerlo. Así de sencillo, es como cuando todas las mañanas te cruzas siempre con el mismo vecino maleducado, al que le das los buenos días y que nunca te responde, aunque uno siempre espera, que algún día lo haga, pero al final el tío siempre pasa de ti, sigue mudo y tú acabas irritado por su permanente falta de educación. Cuando en realidad, lo más fácil es ignorarlo, no decirle absolutamente nada. Pues con otras muchas cosas de la vida diaria, sucede lo mismo, las soluciones están mucho más cerca de lo que nos imaginamos y casi siempre son más sencillas de lo uno piensa. Y lo mejor, es hacer la prueba en la práctica para comprobar el resultado.
¡Buenos días, vecino!
Me dijo ayer el del 5º.
¡Coño, el que nunca saludaba!
Me dije sorprendido.
Fran Laviada