Un día me levanté con el cerebro retorcido, me miré al espejo y me puse a hablar con el individuo que estaba enfrente de mí. Necesitaba desahogarme con urgencia y, en ese momento, era la única persona que tenía a mano .Como no me gusta andar con rodeos y mucho menos perder el tiempo de forma absurda, fui directamente al grano y le dije con toda la sinceridad de la que en ese momento era capaz, que mi vida era una puta mierda, que estaba hasta los cojones de todo, que mi nivel de frustración se encontraba en lo más alto, que mi insatisfacción vital era permanente y que mi estado de ansiedad se hallaba en un peligroso nivel de crecimiento continuo. Así de claro y rotundo.
¿Y qué me respondió?
¡No será para tanto hombre!
Y efectivamente, no era un asunto tan trágico como yo creía. A la mañana siguiente volví a verlo delante de mí, pero de lo hablado el día anterior, no se repitió ni una sola palabra, ni por mi parte, ni por la suya.
Fran Laviada