A ella le faltó tiempo para intentar volver conmigo en el momento que se enteró de que me había tocado la lotería. Pero una cosa era lo que ella deseaba y otra muy diferente, lo que yo quería y desde luego, a ella ya no .Por eso, de forma muy educada y sin alterarme lo más mínimo, para no recordar las muchas putadas que me había hecho y teniendo en cuenta que era un buen aficionado a todo aquello que estuviera relacionado con la literatura, ya fuese en verso o en prosa, le redacté lo siguiente, previamente elaborado con todo mi esmero:
Lo siento, querida, tu compañía no me seduce, ni mucho, ni poco, más bien nada. Ya no me interesa tu amor sin cafeína, ni el falso pasaporte que me daba acceso a tu cariño edulcorado. No soporto tu mundo disfrazado de hipocresía, en el que la realidad no existe, pues todo es decorado. Y a mí, no me gusta la lluvia que no moja, ni playas sin arena, ni el mar desalinizado, tampoco compañía sin calor, ni frío que no hiela, ni pasión que no hiera e incluso, si me apuras, ni sufrimiento sin dolor. Así que ahí te quedas.
Insistió... Pataleó... Lloró... Rabió..., pero no le sirvió de nada. Mi dinero estaba a buen recaudo, lejos de sus manos, de su desmedida ambición y de su generoso amor interesado, a la vez que sorprendentemente repentino.
Fran Laviada