El barco en el que viajaba se fue a pique, pero yo me salvé milagrosamente, aunque también influyeron en ello y de forma determinante, mis enormes deseos de vivir. Por eso, luché contra el mar embravecido y, sacando fuerzas de flaqueza, no paré de nadar hasta llegar a tierra firme .
Por desgracia para mí, eran caníbales, y yo su cena, de ahí la alegría desbordante que supuso mi llegada.