El señor gobernador firmó la sentencia.
Y a pesar de que era de muerte, lo hizo sin inmutarse, haciendo gala de una extraordinaria sangre fría.
El reo no iba a ser perdonado bajo ningún concepto, su destino estaba escrito y no era otro que estar irremediablemente sentenciado a la horca .
Su Excelencia, el señor gobernador, fue ejecutado al amanecer.
El certificado de defunción ponía:
Suicidio legal.
Fran Laviada