Cuando el general dio el golpe de Estado (eso sí, respetando la vida de los ciudadanos, excepto los que se mostraron en contra del acto golpista) y se hizo con el poder, lo primero que dijo fue lo siguiente:
¡Qué conste para todos aquellos que me acusan de autoritario, que no soy un dictador, tan solo es que no me gusta la democracia!
Y a continuación volvió a su despacho, tenía mucho trabajo que hacer y lo primero sin duda, era firmar las sentencias de muerte pendientes, algo que corría prisa, ya que los enemigos de la patria eran muchos y había que acabar con ellos cuanto antes.
Fran Laviada