La tranquilidad es genial. "Comerse el coco" (II)
25 Mar, 2024
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La trágica desaparición del mando a distancia.


No lo encontramos por más que lo buscamos y en nuestra chifladura llegamos a pensar (en un alarde de creatividad mental extrema) que es el propio mando el que ha decidido esconderse debajo del sofá o de la cama. O incluso que se ha marchado de casa, harto de tener que soportar nuestro enfermizo modo de tratarlo, dándole a la tecla sin parar y de forma compulsiva para cambiar de canal. 


Algo, que tampoco tendría nada de extraño si tenemos que soportar la bazofia de programación que de forma generalizada nos ofrecen muchas de las cadenas de televisión, alguna, desde luego, de ínfima calidad .

Y eso sin contar, la machacona publicidad que cada vez ocupa más tiempo en las pantallas de los televisores. ¡Un auténtico agobio!


La hecatombe producida por el olvido de la lista de la compra. 


Una hora tomando nota para confeccionar la puñetera lista de las narices, y que no se nos olvide nada cuando vamos al supermercado, para comprobar con horror, que cuando estamos allí nos hemos olvidado el papelito en casa. Se nos presenta, entonces, un escenario espeluznante rodeado de estanterías con todo tipo de productos, y nosotros completamente bloqueados porque no tenemos ni idea de lo que necesitamos comprar. Al final, hemos de confiar en nuestra buena memoria y ese flotador tan utilizado por los humanos, que no siempre es fiable, pero que nos salva en muchos momentos comprometidos de nuestra vida diaria, y que se llama, improvisación. 


El complot del calcetín ausente.


Estás seguro de que metiste tres pares en la lavadora, pero ahora solo salen cinco unidades (a veces, incluso, menos). Es algo que se repite. Hasta el extremo de que llegas a pensar, que alguien ha hecho desaparecer uno o varios de tus calcetines cuando lavas la ropa. El asunto te llega a generar un verdadero desasosiego existencial. La duda y el misterio se apodera de ti.


Estos son tan solo tres ejemplos, sin duda un pelín exagerados, pero que vienen a demostrar que muchas veces, la superficialidad de muchas preocupaciones evitables ocupa una parte importante de nuestra existencia para hacernos pasar malos tragos (como mínimo), cuando lo que deberíamos  hacer es evitarlas en todo momento.


Hay muchas más estupideces diarias que nos esclavizan psicológicamente para amargarnos de una forma masoquista que nos genera una (siempre malsana) preocupación del tipo:


Si saludamos a alguien que nos encontramos por la calle con una efusividad excesiva o si, por el contrario, hemos sido demasiado fríos.


Si hemos respondido de forma incorrecta a un mensaje recibido en el móvil, es porque quizá lo hemos interpretado de una manera equivocada.


La llave extraviada.


¿Dónde estará?


¿La habré perdido mientras paseaba por el parque?


¿Me habrá caído sin darme cuenta en el cubo de la basura?


¿La dejé olvidada en la cerradura y me la han robado?


¿Por qué siempre tengo una mancha en la camisa? 


¿Has probado a poner una servilleta en el cuello cuando comes?


Llamada perdida oculta.


¿Quién me habrá llamado?


¿De veras te importa?


Cuando la mayoría de ellas son SPAM.


¡Dicen que un meteorito de dimensiones gigantescas se va a estrellar contra la Tierra!


¡Pues procura estar lo más lejos posible del lugar de la colisión!


¡Qué el fin del mundo está muy próximo!


¡Pues haz lo necesario para no perder el tiempo haciendo el imbécil!


¡Que nos van a invadir los extraterrestres!


¡Pues mira a ver el idioma que hablan, y si puedes, apréndelo rápido, y eso que tendrás ganado!



Y recuerda siempre, ¡que la vida ya tiene suficientes problemas auténticos como para encima añadir al asunto existencial, preocupaciones absurdas!


Fran Laviada


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